En un viaje muy específico que realicé dentro del país, me acerqué al counter de una aerolínea en el aeropuerto de Guayaquil para chequearme en mi vuelo a Quito. Con sorpresa, me enteré que el horario que yo había comprado no existía y el siguiente vuelo era ¡5 horas más tarde! Me sentí frustrada y muy enojada, estaba tan molesta que sentí como la sangre se me concentraba en la cara y en cuestión de milésimas de segundo habían pasado por mi mente todas las palabras que quería decirles a las personas que me atendían en un tono de voz, digamos… muy poco amable.
Entonces recordé que mi viaje a Guayaquil fue para certificarme como facilitadora de Disciplina Positiva: una metodología educativa y de crianza que se basa en la combinación de la firmeza y la amabilidad, en el respeto mutuo como base de toda sana relación. “No puedo ser tan incoherente”, pensé. Entonces respiré y me aguanté todo lo que quería decir y hacer en ese momento. Conversé con firmeza, expresando mis sentimientos, derechos y deseos. Lo hice sin faltar al respeto a nadie, sin exaltar mi tono de voz y hasta siendo amable, poniéndome en los zapatos de ellos. Supe desde el comienzo de mi intervención, que las personas que me escuchaban sabían que mis argumentos eran honestos, no negociables y comprensibles, a la vez. Y aunque al comienzo sí hubo resistencia, mi constancia y actitud lograron mi objetivo: solucionaron mi inconveniente de la mejor manera posible.
Mientras venía en el avión pensaba: “Es posible ser firme y amable a la vez, lo que aprendí es aplicable”. Pensé en la relación padres/madres-hijos. ¿Cuántas veces estamos por explotar y tenemos la capacidad de respirar antes de actuar? ¿Cuántas veces podemos mantener la firmeza y la amabilidad a la vez cuando un hijo nos “saca de quicio”? ¿En cuántas ocasiones expresamos a nuestros hijos cómo nos sentimos (y no cómo pensamos) nosotros respecto a sus actos o actitudes? ¿En cuántas ocasiones hemos faltado al respeto a los niños cuando nos sentimos frustrados o enojados? ¿Somos capaces de ponernos en los zapatos de nuestros hijos cuando se equivocan? ¿Somos constantes en las estrategias que utilizamos para enseñar a nuestros hijos los comportamientos y actitudes adecuadas?… En fin, en conclusión, pensé “muchas veces respetamos más a los desconocidos, que a las personas que más amamos”.
La realidad es que no existe un manual de cómo ser los mejores padres posibles, y tampoco los niños vienen con instrucciones de crianza. Pero me siento orgullosa y agradecida de poder sembrar mi granito de arena para hacer de esto algo más real. En Fundación Azulado realizamos talleres grupales y sesiones particulares para que padres y madres encuentren nuevas y más efectivas estrategias para criar a hijos sanos y felices sin utilizar la violencia.
Ser firme y amable a la vez es una habilidad que necesita práctica y constancia, aún así, esto no garantiza que no volveremos a fallar… una, otra y cientos de veces. Pero tenemos que estar conscientes que los beneficios de esta técnica deben empezar en casa; en la relación entre padre y madre, en la relación padre/madre e hijos, y toda relación con el mundo exterior. Así criaremos niños que controlen sus emociones y respeten a los demás, porque no podemos olvidar que la mayor fuente de aprendizaje de los niños es el ejemplo de sus padres.
Carolina Lanas S.