Reflexiones de una mamá en pandemia

Soy Jenny, esposa, madre y docente. El 17 de marzo en Ecuador, cerrarían aeropuertos, escuelas, colegios, universidades; el trabajo presencial se suspendería y Ecuador entraría en toque de queda, lo que implicaba una restricción de movilización. En la parte laboral, empiezan las clases virtuales con mis estudiantes. Mi hijo de 3 años debía atender sus clases virtuales en inicial 1, pues nos encontramos a mediados del año lectivo, y mi hija de 2 años pedía brazos de mamá todo el tiempo, lo cual era evidente después de haber tenido la enfermedad de kawasaki.

¿Pero acaso alguien estaba preparado para esto?

En el día a día pedía a mi hijo que permanezca sentado atendiendo a sus clases de 40 minutos, tenía a mi hija en brazos y a la vez, intentaba impartir mis clases en la Universidad… y sentía que se me iba la vida. Mientras transcurría el año lectivo con nuestro hijo en modalidad virtual, vimos mucha presión de parte del colegio sobre los niños, lo cual implicaba, entre otros, que tenían 5 minutos para conectarse caso contrario se consideraba falta, tenían recesos cortos y se les solicitaba que no se movieran de sus asientos durante el tiempo que duraba la clase. ¿Pero, es esto posible para un niño de 3 años? Pues no en el caso de nuestro pequeño explorador; quien apenas llegaba a escuchar su nombre en la lista, decía “presente” y más interesante le parecía el dinosaurio y el tráiler que encontraba en su habitación, con lo que podía pasar horas jugando.

Fue entonces cuando mi esposo y yo empezamos a cuestionarnos mucho sobre el sistema educativo virtual para un niño de 3 años. Tuvimos varias reuniones con nuestra psicóloga de cabecera y fue ella quien nos ayudó para optar por una educación basada en home learning, y a la vez, fue una guía para la implementación de límites asertivos en los niños; lo cual nos permitió reestructurar las actividades en casa.

Decidimos retirar a nuestro hijo del colegio e iniciar un programa de home learning en casa junto con nuestra hija. El sistema fue muy amigable, pues la educación era “on the way” es decir por las noches yo leía los contenidos y al día siguiente durante el día, iba poniendo en práctica lo que debían aprender. Esta modalidad la llevé sin horarios y sin presiones, ya que, en realidad, a su edad solo debía trabajar en el desarrollo de su motricidad fina y gruesa de manera muy lúdica en las diversas actividades del día a día, y con los materiales que contábamos en casa. Así transcurrió un año.

El siguiente año, era el ingreso de nuestro hijo a primero de básica, que es el primer nivel de educación formal en donde ya nos vimos en la obligación de buscar una unidad educativa para inscribirlo. La unidad educativa que escogimos tenía como opción la modalidad virtual, sin embargo, al momento de la apertura del ciclo lectivo, esta modalidad no se abrió debido a la ausencia de estudiantes.  Con mucho temor, decidimos que nuestro hijo se integre a su escuela un mes mas tarde del inicio de clases, con el fin de observar que los casos de covid no aparezcan en este retorno a la presencialidad. Ha terminado ya un quimestre en la escuela y estamos muy contentos con los mecanismos de bioseguridad aplicados pero sobre todo con la empatía del personal docente con los pequeños.

El día a día durante ese año y medio no fue fácil, pero nos dimos cuenta que durante el primer septenio de vida, el vínculo de los niños con los padres es muy fuerte. A pesar de que no podían ver a su familia cercana como tíos o abuelos, nuestros hijos se sentían muy felices de tener a papá y mamá todo el día en casa, aunque para nosotros fue todo un reto.

La moraleja que nos deja esta experiencia, es que un niño hasta los 4 años solo debe jugar para ser feliz! Que, si bien hoy el sistema educativo cuenta con inicial 1 e inicial 2 antes de la educación formal, lo cual es una opción muy válida sobre todo para aquellas familias en donde los padres trabajan demasiado… la pandemia nos obligó a frenar y replantearnos la vida en familia, en nuestro caso nos permitió disfrutar de nuestros pequeños muy de cerca logrando equilibrar “la orquesta en casa” con límites asertivos, que son parte de una crianza respetuosa.

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