El cajón secreto de dulces, un cuarto grande lleno de vestidos, disfraces, bloques, una casita de muñecas con flores rojas. Carcajadas, travesuras, aventuras. Desayunos frente a la televisión; sánduches en pan redondo pequeño con jamón cortado en cuadrados perfectos. Domingos en familia, comiendo las delicias que solo ella sabía. Unión familiar, cariño y presencia incondicional. Siempre me he preguntado ¿cómo mi abuela lograba estar en todos los eventos de sus 17 nietos?, ¿cómo hacía para acordarse de los detalles de lo que hacía cada uno en las tardes y llevarle a alguno al dentista de ser necesario? Con los años he concluido que los abuelos pueden hacer todo esto y más porque son mágicos.
La magia que transmiten a sus nietos tiene la peculiaridad de que regresa a ellos. Todos los estudios psicológicos sobre la relación entre abuelos y nietos están de acuerdo en que el beneficio de la relación es mutuo. Los niños ayudan a que los abuelos estén más activos, se sientan necesarios, sean más felices, y se rejuvenezcan. Sus historias de vida fascinan a sus nietos y les ayuda a recordar sus vivencias. Para ambos es una sensación de amor incondicional, comprensión y paciencia.
Hace algunos años, cuando estaba embarazada de mi primer hijo, leí un artículo sobre una comunidad en Seattle, Estados Unidos, donde habían decidido que los niños de una guardería acudan semanalmente a una casa de ancianos. El artículo hablaba sobre cómo los ancianos se emocionaban de ver llegar a los niños, bailaban con ellos, les preparaban obras de teatro y hasta se disfrazaban. Por su parte, los niños sentían curiosidad por los adultos mayores, por sus lentes, sus aparatos auditivos, sus arrugas y sus historias de vida. Juntos disfrutaban de jugar, reírse y pasar un buen momento juntos. El impacto que había tenido esta iniciativa en los adultos mayores era increíble: ancianos con más ganas de vivir la vida, con ganas de compartir sus experiencias y sus valores de vida. Por su parte, los niños aprendieron a ser más pacientes y respetuosos con el ritmo de los adultos mayores. Recuerdo que al terminar de leer este artículo pensé en que la idea de unir a niños y adultos mayores era una genialidad. Era magia pura. ¿Qué esperamos para tener más iniciativas como ésta? Pensé. Lamentablemente, no he podido expandir esta iniciativa desde el ámbito profesional. Sin embargo, me he esforzado por hacerlo desde el ámbito familiar.
Ahora tengo el privilegio de ver la magia desde fuera, sin ser parte de ella: ver la relación de mis hijos con sus abuelos. Ver cómo los abuelos se acuestan en el piso a jugar, les consienten con un dulce, se ríen de las cosas más simples, se sorprenden de todo lo que hacen mis hijos y piensan en ellos cada minuto del día. Por el otro lado, la emoción de saber que sus abuelos les recogerán del colegio, escuchar que lo que más quieren es ir a la casa de sus abuelos, querer hacer las cosas con ellos y no conmigo. Y aunque a veces me da algo de celos esta relación de tanto amor, felicidad y paciencia, solo espero poder vivir esta magia con mis propios nietos algún día. Por ahora, se que esta relación les hace a todos sentirse más especiales, más únicos, más vivos y amados. Además, la magia de los abuelos se queda con nosotros para siempre, aunque ya no estén. El olor a pastel de nuez y mermelada mora está presenta muchos días de mi vida y me acompaña. La magia de los abuelos es eterna.
Escrito por:
Claudia Faini Terán
Mamá de José Xavier y Alessia.
Psicóloga Clínica
Máster en Psicología Infantojuvenil
Fundación Azulado