Convirtiéndose en padres y familias adoptivas

09 de noviembre: Día Mundial de la adopción.

Una vez hubo dos mujeres quienes nunca se conocieron
Una tu no la recuerdas, a la otra llamas madre
Dos vidas diferentes que se juntaron para hacer de la tuya una
Una se convirtió en tu estrella guía y la otra se convirtió en tu sol
La primera te dio la vida, la segunda te enseñó a vivirla
La primera te dio la necesidad de amar, la segunda estuvo ahí para amarte
Una te dio una nacionalidad, la otra te dio un nombre
Una te dio la semilla del talento y la otra te dio la posibilidad de desarrollarlo
Una te dio la emoción y la otra calmó tus miedos
Una vio tu primera y dulce sonrisa, la otra enjugó tus lágrimas.
Una te cedió- era todo lo que podía hacer
La otra rezó por un niño/a y Dios la guió hacia ti
Y más me preguntas mientras llora,
La vieja pregunta a través de los años
Hereditario o del ambiente, ¿de qué eres producto?
De nada- nada. Solamente de dos clases de amor.

Gunilla Anderson

Llevo algunos años dedicándome a la psicoterapia familiar, en el tema de parentalidades y crianzas. En el acompañado a padres, he podido escuchar diversas historias, lo más especial fue mi encuentro con padres que por circunstancias de su propia historia, no pudieron traer un hijo biológico, sino tener la opción de adoptar. Con las enseñanzas que aprendo de cada uno, me introduje por un interés en conocer más sobre estas realidades tanto jurídicas como institucionales de la adopción, sin perder mi enfoque terapéutico y el acompañamiento que puedo brindarles en el desarrollo de sus hijos y el sostén que la familia requiere.

Conocí a Andrea, una bella mujer, con una sensibilidad y una personalidad muy genuina, con naturalidad me fue enseñando sobre el amor que tiene hacia sus hijos y nos comparte su maravillosa experiencia de ser madre adoptiva, madre de corazón:

“El día que decidimos por primera vez adoptar y los días que conocí a cada uno de mis hijos, son las fechas imborrables en mi alma. Son míos y sobre todo yo soy de ellos, el vínculo que tenemos es grande, es lo que nos permite apoyarnos como familia para acompañarnos y sobrepasar cualquier dificultad.”

“Me parece que mi experiencia de adopción fue sencilla por varios motivos, pero resalto uno; tengo un papá biológico y uno adoptivo, mi padrastro. Comprendí desde siempre que la sangre es solo un factor y que es el amor el que genera una relación familiar entre dos personas. Como pareja, aunque hicimos un par de intentos para lograr un embarazo, al no lograrlo no nos sumimos en la tristeza, dejamos pasar un tiempo para reflexionar y vivir felices nuestro matrimonio, y un par de años después sólo llegó la decisión de forma natural.”

Hemos conversado con nuestros hijos con naturalidad respecto a la adopción y no hay en ellos vergüenza o tristeza por cómo llegaron a nuestras vidas, más que quizá un deseo hermoso de “mami, yo quería estar en tu barriguita”, pero comprenden bien que nacieron en mi corazón.

En el espacio terapéutico, me fui centrando en su experiencia como madre y compartiendo las experiencias en torno a sus hijos y a muchas otras familias que han llegado. En nuestras conversaciones, que trataban sobre la intensidad del dolor y la persistencia con que los niños viven y expresan de forma cotidiana su experiencia de abandono. Aprendí con los padres y fuimos coincidiendo juntos en transmitirles continuamente y confirmarles que nuestra aceptación hacia ellos es incondicional.

Hablamos de forma de concreción de esa aceptación, con un niño recuerdo que desarrollamos un juego, en el que él podía desarrollar a través de historias con títeres, situaciones cotidianas en las que tenía un mal comportamiento y que sus padres le afirmaban, que, a pesar de haber tenido este malestar, no dejarían de quererle y no le abandonarían.

Este juego fue una forma de concienciar tanto en el niño, como en sus padres, sobre este temor al abandono que manifiestan los niños/as de manera continua y la necesidad de que sus padres de corazón los reafirmen. Los niños y niñas necesitan reparar la confianza perdida por sus experiencias preadoptivas, en ocasiones traumáticas y como estas necesidades infantiles insuficientemente satisfechas deben repararse, hasta que el niño, la niña llegan a adaptarse a su nuevo entorno y tener una paz interior.

La experiencia terapéutica, nos permite acompañar con sensibilidad, tacto, rigor y realismo sobre la adopción. Y un niño, una niña fundan su historia desde este lugar y el abandono es una experiencia que no está exenta de sufrimiento, incertidumbre, sombras y sobre todo la incomprensión por parte del resto de personas que le rodean. Y el amor, la aceptación incondicional que puedan proveer sus padres de corazón, construyen y tejen en sus historias un vínculo de apego que de ahora en adelante es otra tarea, como formas de asentar todas las conductas de individuación, aprendizaje y socialización que se desarrollarán con los nuevos valores y costumbres familiares, escolares y sociales.

La adopción es simplemente otra forma de construir familia. Si bien tiene sus retos, también en muchos sentidos tiene las mismas alegrías y dificultades de ser padres biológicos.

De estas familias aprendí que hay otras formas de ser padres, que la amorosa solidaridad que la adopción funda puede rescatarse a sí misma y lograr engendrar hijos que sean sujetos de derecho, subjetivados en el amor y no productos aptos para ser emocionalmente negociados. Con la esperanza de brindar así otro futuro a sus hijos y de ellos mismo, disfrutar otras formas de maternaje y paternaje desde el amor.

Mi corazón siempre acompaña a todas las familias del grupo de reflexión sobre crianzas adoptivas, quienes han sido mis maestros enseñándome con sensibilidad sobre el amor que tienen hacia sus hijos e hijas.

Con cariño,

Andrea El Maalouf
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